25-12-2020 (95 visitas) | REDACCION
NAVIDAD 2020
Venía por mi izquierda, despacito. Cojeando mucho . Apoyado en su bastón.
Se sentó a mi lado, dando un suspiro de alivio.
Me vi obligado a interesarme por sus quejidos y lamentos .
¿Qué le pasa vecino? ¿Le duele la rodilla? ¿Está anunciando cambio de tiempo,
como la mía?.
Tal vez, pero estoy así desde que murió mi mujer.
Antes no precisaba bastón. Ella, su brazo, era mi apoyo, mi sostén.
Pero ahora que no está...No puedo con mi alma.
Y yo, antes, era futbolista del CALAVERA de Triana . Defensa central.
Jugábamos contra el San Juan, La Puebla, El Villafranco .
En el charco La Pava. Teníamos , vestuarios, duchas . Pero cuando llovían
cuatro gotas era un barrizal y no se podía jugar.
En eso, por la derecha, venían dos niños corriendo y gritando:!Abuelo, abuelo!
“Son mis nietos que me llaman, tengo que ponerme de portero”
Guarde mi cayado, amigo, ahora no lo necesito .
Ya sabemos que más cura el amor que la untura.
Con el amor de los hijos y de los nietos, los abuelos olvidan sus achaques y
dolencias.
Y damos gracias a Dios por tenerlos sanos , fuertes y sobre todo poderlos ver y
abrazar .
No olvidar que:” no correr, que es peor.”
“Ya voy, ya voy”.