Un hijo, un hogar

 

Tampoco a la que rechace a  su recién parido, una vez que le ha visto la cara , besado y olido su grasa o vérnix con el que sale envuelto.

 

Al principio de mi ejercicio profesional, había muchas parejas sin hijos. Otras con muchos. Aún no se había descubierto la inseminación in vitro ni el control de la natalidad. Una  casa sin hijos es como una casa donde nunca entra el Sol. Y toda la familia interviene en la tragedia. Sobre todo los abuelos. Y surge: ”Tu hija no vale “, “a lo mejor es tu hijo”... Pelea segura.

 

Las parejas peregrinaban de ginecólogo en ginecólogo, movidas por la publicidad boca a boca de las peluquerías. Se gastaba el dinero que hacía falta en busca de la felicidad.

 

Nosotros estábamos contagiados de ese ardor. Pero sabíamos que la principal causa era la obstrucción tubárica. Es decir, el conducto que lleva el óvulo desde el ovario a la matriz.

 

No es solo un camino, es donde se fecunda el óvulo y se alimenta en los primeros instantes de la vida, hasta que llega a la matriz y se implanta para crecer en ese maravilloso abrigo…

 

Pero en nuestra posguerra, la tuberculosis hizo estragos y nuestras jóvenes. La mayoría curaba (menos la dama de las camelias), le decían clorosis. La consecuencia de una tuberculosis abdominal era la obstrucción tubárica que tenía forma arrosariada o de rosario.

 

Se diagnosticaba por histerosalpingografía, disculpen el palabro. Me hice experto en dicha exploración, nada fácil. Pero no curaba nada casi nunca. Algunas complicaciones…

 

A veces tenía que operar, abrir el vientre y se veían las trompas arrosariadas, endurecidas obstruidas. El peritoneo con infinidad de puntitos blancos, era un siembra miliar de tuberculomas. Sin saber por qué, mejoraban al ser aireados.

 

No teníamos solución salvo el trasplante de trompa compatible. Ya se hacía en Londres y París, con microcirugía. Una virguería, operar con un microscopio.

 

Un amigo y maestro y yo fuimos a pedir a la dirección, permiso para ir  allí a aprender la técnica. Respuesta: “Con treinta partos al día que tenemos, aún ¿queréis que paran más mujeres? Id con vuestras vacaciones  y vuestro dinero”.